miércoles, 26 de septiembre de 2012

casorio

Mañana se casa una de mis mejores amigas.
Tengo muuuchas amigas y entre todas, ésta es con la que menos coincido en cada pensamiento, siempre chocamos, siempre! ella siempre ideal y yo tan terrenal. Sin embargo, siempre tuvimos ese pacto tácito de darnos mutuamente la primicia de lo más importante que nos va pasando a medida que pasa el tiempo. Entre esas primicias estuvo por ejemplo la de un día cualquiera entresemana en el que ella, escondidita desde un baño, me llama y me dice: Loca! Me caso!

Esta vez no voy a hablar de las 14 fallidas dietas que hice para llegar churra a su casamiento, pero si les voy a contar del papel medio protagónico que tuvo la comida a lo largo de nuestra amistad (al fin y al cabo esto es un diario sobre eso, no?).

Se puede por ejemplo hacer una línea de tiempo y recordar que a eso de los 13 nos reuníamos después del cole en su casa y esperábamos que su madre salga para ir corriendo a la coreana de la esquina y rayar, no pucho ni alcohol ni nada de esas cosas que suelen dar curiosidad a esa edad, sino INGREDIENTES PARA HACER PIZZA! Y así tarde a tarde nos escapábamos y la merienda era un festín de gula.

En esa época mi amiga era también gordita hasta que un día, previa puteada porque la libreta de la despensa vino casi un millón, mi amiga empezó a hacer dieta y se quedo flaquita flaquita y ya no subió nunca más (perra). El resto de la adolescencia ella, por haber bajado tanto, se erigió en una especie de gurú del adelgazamiento para todo el grupete y nos daba recetas jodidas y dolorosas entre las que primordialmente figuraba echar tés en el terere y darle con todo hasta asegurarnos de que ya nunca más saldríamos del baño. Desastre. Ya de grande, en los viajes de chicas era la que más sabia cocinar siempre, y eso (entre otras cualidades protectoras) le convirtieron en la mamá de todas, así le decimos de cariño. Y de grande también, mi amiga tuvo varias eras gastronómicas, que ya no dependían tanto de las amigas sino de los amores, pasando por un novio de asado diario (si! dia-rio) y por otro vegetariano, hasta llegar a la etapa omnívora en la que encontró el amor para siempre.

Mi amiga, la que se casa, no se sabe muy bien con qué platillo nos va a aparecer mañana en la fiesta pero de algo si podemos tener certeza y es que en esta línea de tiempo, al leer esto, ya va a estar en su propio y vivieron felices y comieron perdices. Salud!

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