martes, 17 de mayo de 2011

vare´a dengue

Sí, formo parte de las estadísticas. Fui víctima del famoso mosquito.
Debo admitir que ante todos los avisos de prevención me hacía de la machita. Usaba repelente poco y nada, apagaba espirales (es que me dan alergia), dormía con la ventana semi-abierta. Digamos que si bien no tenía un neumático con agua estancada al lado de mi cama, me expuse bastante como para ligar la picadura.
Desde ya aviso seriamente que es una pendejada decir: "Uy! cómo quiero tener dengue para faltar al trabajo/facultad/colegio!". La manera en que te tumba es horrible y da miedo porque a veces no podés ni sentarte en la cama del malestar.
Ahora, lo rescatable para este blog gorduroso:
1) Todas, pero TO-DAS las personas que se enteraron de mi enfermedad me decían: Oh! Qué mal! pero sí o sí remataban con un: "Por lo menos vas a bajar muchísimo de peso". Es como que la gente que me rodea vio la luz, aquella ventana de esperanza en la que yo, por fin iba a adelgazar, por más que estaba sufriendo horrores, todo sufrimiento justificaba el adelgazamiento. la enfermedad era el camino a sanar de la gordez. Mala gente la mía eh!
2) Cierto, no se puede comer nada, nada de nada, no tenés ganas de levantarte a bichear qué hay en tu heladera, no querés luego ni beber agua por más que te obligan a hacerlo y bastante. No sé si es el paracetamol o el mismísimo dengue (nadie me supo definir esto), pero la boca del estómago duele como nunca antes y estás varios días en posición fetal tratando que esto se te pase. Cualquier pensamiento positivo de "por lo menos voy a adelgazar" es nulo ya que flaca y postrada no servís de nada :/
3) Afortunadamente, no me agarró tan mal. Me duró justito una semana el tema. Semana en la que a pesar de no comer estuve hinchada como un pez globo y para colmo al final me salieron unas ronchitas no tan sexys.
4) Acá viene lo mejor, te curaste, te reincorporaste a tus actividades, quedan secuelas por aproximadamente cinco días más, en los que estás medio debilucha, pero una vez superada esta etapa llega lo lógico: un hambre descomunal que hace que quieras abrir tu boca a más no poder y tragar el mundo. Y no es ansiedad, es hambre que duele, tu organismo grita: aliméntame! y por más que haya intentado aprovechar el achicamiento de mi estómago por esa semanita de ayuno, no hubo caso, terminé entregándome a la chatarra.

Moraleja: al menos para mí, el dengue no adelgaza. Cuidense siqué!

No hay comentarios: