martes, 18 de diciembre de 2012

Simbiosis


El proceso de adaptación a las costumbres alimenticias de una persona con la que empezás a convivir es medio complicado al principio.
Si recién le conocés a alguien es un clásico que no quieras ponerte a chanchear en su cara desde el día uno, recién después de agarrar un poquito de confianza te entregas a tu acostumbrado karuvai.

Si te gusta la personas, aún peor. Por eso nunca es buen plan tener primeras citas en locales gastronómicos aparte de acordarte de mantener buena postura y amable sonrisa tenés que recitar mantras de relajación para no tirarte sobre la canastita de panes y las respectivas mantecas. Que no piense desde el vamos que sos ansiosa y angurrienta. Cuando uno es gordillo es inevitable pensar en estas cosas, o no sé si soy yo nomás que pienso demasiado, pero el secreto está en hallar el punto intermedio, a la hora de agarrar el menú pues no podés elegir solo una ensalada mixta con soda si tu cuerpo delata que sos mas bien adepta a la parrillada completa con chinchulín. Entonces, qué hacer? Es así de complicado señores.

Estás en la delgada línea de quedar como una golosa de la pesada o una mentirosa.

Por suerte esto es solo el principio, al fin y al cabo, si la persona no llega a inspirarte confianza después de un par de salidas, el problema del qué elegir del menú es secundario.
Los tipos en ese sentido tienen mas concesiones, se supone que luego que comen mas que una. Pero Oh desgracia! no siempre es así entonces ya es cuestión de elegir el camino de a) mandar todo a la mierda y mientras el le baja una Caesar Salad vos te entregas a la fritura o b) adaptarte y tomar el buen ejemplo, que mal no te va a venir.

En mi caso pasé por todo, desde el adicto a la comida chatarra, que me llevó al acabose, el que me quería cambiar los hábitos a toda costa insistiendo para que coma como pajarito como él y el “vida sana” preocupado por sí mismo pero que no rompía las bolas. De estos tres ejemplos, imposible definir cual es mejor o peor. Supongo que peor es el que te quiere cambiar a la fuerza, siempre. Boludo, si tanto no te gusto na dejame, chau. Pero el extremo de la autodestrucción a base de MegaCombos tampoco es bueno.

Supongo que el mejor resultado de la ecuación es cuando encontras nomás ese equilibrio de confianza en el que sin que tu adversario te diga nadita nadita decidas sola a mejorar ese aspecto de tu vida.

Y es que no debería existir incomodidad que dure cien años.

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