martes, 18 de diciembre de 2012

Pichicata


Pastillearse es jodido, siempre le tuve una especie de miedito,pero a veces mi desesperación le ganó a mi razón entonces admito que probé de todo un poco.
Lo peor de las pastillas, además de los densísimos efectos colaterales para la salud y el terrorífico efecto rebote, es que te enloquecen mal mientras las consumís.
Hay algunas que te depriiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiimen y te dan sueñisimo todo el día y bajas y bajas de peso pero en vez de ponerte contenta estás con una cara de “me corto las venas”.
Otras, peores para mi gusto, te aceleran tanto que directamente no podes quedarte sentada. Lavas, planchas, fregas, escurris, vas al gym, volves y seguis aceleradísima, todo sin comer y llega un momento en el que sentis que estás a dos minutos de tener un patatus, y la dejas.
Finalmente, estan las que no te deprimen ni aceleran pero de nada sirve mantener tu personalidad porque directamente no podes salir del baño, esas son las menos densas pero OUCH que dolor de panza y cola y ademas no es muy socialmente aceptado el salir corriendo a matar baños todo el tiempo.
En realidad, ninguna vale la pena, porque excepto que tengas demasiado aguante o realmente no te importe andar enloquecida por la vida, sus efectos no compensan lo que se sufre.
Escribo esto a modo de ayuda memoria para recordar lo mal que se puede llegar a pasar, porque confieso que la vez pasada me entró una especie de tentación de bajarle unas pastillitas por unas semanitas, asi apuraba procesos.
Mejor no. Viva la vida sana.

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