lunes, 31 de octubre de 2011

Pan! la vida del hombre

Si veo a mi vida como a una película, mi abuelo definitivamente sería uno de los actores principales. Malcriador desde lo que alcanza mi memoria, hasta los últimos días que pudimos compartir con él. Ya sé, me van a decir que todos los abuelos son así, verdad? Bueno, imaginen un abuelo promedio y multipliquen por mil la generosidad del mío, no exagero.
En costumbres de la mesa y costumbres de familia, era él el de la cabecera, no importa si la mesa era redonda, su presencia marcaba el centro y tooodos los demás felices al costado.
Los domingos en su casa, un clásico. Mi abuelo solía llegar cuando ya casi todos estábamos sentados y en sus manos cargaba enormes bolsas. El contenido de estas bolsas activaba los plagueos de mi abuela que le decía que iba a explotar y de paso todos los demás comensales seguiríamos la misma suerte. Nosotros armábamos un griterío que opacaba el repudio de la vieja y le dábamos con todo al pan calentito que venía dentro de las polémicas bolsas. Antes, durante y hasta después del almuerzo, sí o sí alguien picoteaba los panes que traía mi abuelo. Él feliz, era como una triple batalla ganada, comía lo que más le gustaba, compartía con la flia y de paso hacía renegar a la patrona :)
No sé si fue Porcel (otro gordo famoso), si es algo bíblico o quién inventó la frase, pero no se me borra la imagen del viejo en la cabecera de la mesa, comiendo aquello que hoy entredietas vemos como veneno y diciendo entre sonrisas: "PAN, LA VIDA DEL HOMBRE".

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